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Mojarse

Besarse bajo la lluvia es algo increíble. Hacía semanas que no nos besábamos y, cuando recibí su llamada, sabía que íbamos a hacer algo más que dar una vuelta en bici. Ayer había amenaza de lluvia.

Besarse bajo la lluvia es algo increíble. Hacía semanas que no nos besábamos y, cuando recibí su llamada, sabía que íbamos a hacer algo más que dar una vuelta en bici. Ayer había amenaza de lluvia.

La última vez, diluviaba en Palma y nos besamos en un concurrido paso de peatones. Esa imagen me encanta. Soy un romántico. Y ella también.

Ayer cambiamos el paisaje urbano por un campo que lucía sus colores como nunca. Hasta las nubes parecían haberse compinchado para que el contraste fuera mayor.

Había pasado cientos de veces por allí, pero todo era diferente. Comenzó a llover y nos íbamos perdiendo por caminos, valles y bosques. Cada vez estábamos más empapados. Cada gota de lluvia era como un beso del cielo golpeándonos suavemente.

De pronto paramos y nos besamos como nunca. Fue tan intenso que hasta nos pareció que el mundo se detuvo un instante. Tanto, que casi había dejado de llover

Dicen que lo que no ocurren en mil años sucede en un minuto. Ya de noche, volvió a llover. No pude resistirme y salí a la terraza. Necesitaba mojarme y sentir los besos del cielo... aunque esta vez estaba solo. Entonces volví a buscarla. Totalmente empapado. Y allí estaba ella, esperándome, empapada.

Y hasta aquí puedo leer...

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